Esta es otra de las grandes obras de Sorolla, donde repite dos de sus inspiradoras temáticas: la familia y el mar, plasmadas en un paseo de su mujer y su hija por la playa. Se trata de la obra culmen de su madurez artística, en la que se aprecia a la perfección su dominio característico de la expresividad. El movimiento que desprende el cuadro junto con la mezcla de luz y color lo sitúa, según los expertos, en el postimpresionismo español.